Externalizar las resistencias psicológicas que refuerzan una actitud cerrada nos ayuda a tomar conciencia del poder que tienen sobre nosotros cuando estamos en conflicto. Sin ellas, El Conflicto no tendría el poder que tiene. Y la tarea de las partes y de los profesionales que las acompañan es desmontar estas resistencias, a las que llamamos “los Cuatro Jinetes del Apocalipsis del Conflicto y el Rey Orgullo”, e incluso sumarlos a una causa mucho mejor, la Paz positiva.

Lo habitual en la mayor parte de los conflictos más intensos es que se vaya produciendo una gradual incorporación de todas estas resistencias, que son las que finalmente llevan a La Guerra (la guerra en sentido figurado, pero también en el literal).

Podemos ver a continuación un gráfico que refleja cómo, poco a poco, la persona se va parapetando, desde la vivencia inicial de debilidad en una imagen de falsa fortaleza y en el deseo de venganza que agrava el conflicto:

Gráfico: El paso de la vivencia de daño o amenaza a la ilusión de victoria.

El paso de la vivencia de daño o amenaza a la ilusión de victoria

Aquí tenemos los ingredientes fundamentales del Conflicto, o, aplicando ya la técnica de la externalización que rige en este modelo: ¡¡¡Señoras y señores, redoble de tambores; permítanme que les presente a Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis del Conflicto!!!

Los cuatro jinetes y el Rey Orgullo

Si deseas conocer a cada uno de ellos, pincha a continuación:

Y junto a ellos, azuzándoles hacia el conflicto, El Rey Orgullo.


REINA DESCONFIANZA

Los cuatro jinetes y el Rey Orgullo

Al ponerme en guardia refuerzo mi estado de Desconfianza: atrincherado, victimizado y enjuiciador, llego a la conclusión de que el otro no es de fiar, y haga éste lo que haga por resolver el conflicto o por aproximarse pacíficamente a mí lo viviré con reticencias, con rechazo. Veré en él siempre segundas intenciones.

Desconfianza es el primer ingrediente de un buen conflicto. Sin ella, no podemos entender qué está pasando; y con ella actuando a sus anchas, poco podemos hacer para superarlo. Por ello, no podemos limitarla a ser sólo una más de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis del Conflicto. Es la más persistente de los cuatro.

Taimada, insistente, recalcitrante, aparecerá y reapareceré con frecuencia, incluso cuando parece que las cosas van mucho mejor entre las partes. Sus movimientos son ágiles y rápidos, de un lado a otro del tablero de la batalla, como la reina en el juego del ajedrez; de ahí su caballo de doble dirección. Sus posturas son de contorsionista y sus actitudes de extorsionista. En caso de duda, las partes acuden a ella en busca de consejo y su consejo ya podemos predecirlo: “¡No te fíes de ese!”.

Es aquella en la que se apoya sobre todo El Conflicto para hacer de las suyas. Es más, no podría existir El Conflicto sin ella. Como ya señalé, es su madre. Y, como toda madre, se merece un lugar especial, ya que es ella la que, de una manera u otra, dirige los hilos de los demás Jinetes y del propio Conflicto.

Por todo ello, nombro y corono a Desconfianza como la Reina de la Noche.

Esto explica que, desde el momento uno, la principal tarea será abatirla y traer a la luz a su antagonista, Confianza, la Dama de la Luz, a la que Desconfianza le quitó el trono de nuestro bienestar personal.


ILUSIÓN DE VICTORIA

Ilusión de Victoria

Antes de emprender batalla debo confiar en mis posibilidades de ganarla. Tal seguridad sólo puede dármela la creencia inexpugnable de victoria y la (¿infantil, absurda?) idea de que, tras dicha victoria, llegará la paz deseada y la prosperidad.

Si, lógicamente, no veo posibilidades de victoria o creo que la victoria pude traerme nuevos o mayores problemas, lo normal es retirarme. Pero, ¿y si me engaño a mí mismo —y a aquellos que dependen de mí o que necesito para la batalla- de que la victoria es posible, mis posibilidades de triunfo son altas y las armas del otro más débiles que las mías? ¿Y si me engaño con la idea de que la victoria traerá la paz? La llamamos Ilusión de Victoria y también tendrá su lugar en nuestra intervención.

La primera gran trampa que nos hace El Conflicto viene de la mano de esta Jinete, la que encabeza e impulsa a las huestes enemigas: Ilusión de Victoria.

¿En qué consiste? Nos engaña haciéndonos creer: 1) que vía confrontación podemos ganar la guerra, y 2) que tras la victoria llegará la paz.

De los cuatro Jinetes, ésta es la que más coloca a las partes en conflicto en actitud de mantener la guerra hasta el final, engañadas por la sobreconfianza en un triunfo que, no sólo nunca será total, sino que funciona con efecto boomerang: los golpes dados para obtener tal victoria acabarán regresando cuando menos lo esperemos, y nos golpearán a nosotros mismos. Recordemos el dicho bíblico: “el que siembra tormentas, cosecha tempestades”.

Esas son las trampas de Ilusión de Victoria, una Jinete seductora, atractiva, ambiciosa, de potente apariencia externa, pero cegadora. Nos impide ver la realidad, las consecuencias de nuestros actos. Es como las sirenas a las que se enfrenta Ulises en La Odisea, atado a un mástil para impedirse a sí mismo que la seducción de los cantos de sirena le lleve a dirigir el barco contra las rocas. Como las sirenas, es capaz de atraer a las partes a una guerra que les conduce al caos. Posee, además, el encanto de convencernos de nuestra potencia, falsa potencia. Nos halaga como guerreros y nos promete trofeos que, como veremos, no sólo no llegan, sino que lo que realmente llega es destrucción y caos.

Ilusión de Victoria se muestra segura, como le ocurre a todo aquel que es seguido por otros, y a ella le siguen a corta distancia los demás jinetes, reforzando así su seguridad.


VICTIMISTA-JUSTICIERO

Victimista Justiciero

Una vía defensiva, que generalmente se inicia después de ponerse uno a salvo y que a su vez va a reforzar la idea de la necesidad del [atrincheramiento*]{.underline}, es asumir un rol Victimista.

No queremos ser el malo de la película, así que le colocamos la responsabilidad al otro. Este victimismo trae evidentes ventajas: me resta culpabilidad en el conflicto, esa emoción tan desagradable que nadie quiere; me coloca una imagen de santito de cara a los demás y, con ello, obtengo aliados y salvadores; resta aliados al otro, con lo que reduzco sus fuerzas; y, finalmente, me da una causa “justa” para solicitar lo que deseo sin tener que ceder en nada, es decir, legitima mi posición. El coste de ello es que trae consigo inhibición, daño al ego, resentimiento, deseo de venganza y pasivo-agresividad.

Pero hay un beneficio claro de ese victimismo. La ”Noble Causa” o ”Causa Justa” se convierte en el motor que me insta a convertirme en el Noble Caballero Armado. Dispuesto a luchar todas las batallas por restablecer ”La Justicia” (¡qué miedo dan Los Justicieros!), dispuesto a “Salvar el Honor” (sea eso lo que sea), dispuesto a luchar en todos los torneos y batallas, e incluso dispuesto a ocasionar él mismo esas batallas porque tiene una ”Noble Misión”. Eso requiere demonizar aún más al enemigo: cuánto más negativa sea la imagen del otro, más justificada estará mi misión (de cara a mí mismo y a los demás).

Victimista-Justiciero se esconde en una fachada de debilidad, ya que debe dar pena (la cara de Victimista); Pero esconde a un duro perseguidor, rápido en lanzar acusaciones fuera (su otra cara, Justiciero). Son, por ello, Victimista y Justiciero dos caras de la misma moneda: un monstruo de dos cabezas que se retroalimentan. Y esa retroalimentación hace que, por nuestra parte, como profesionales junto con las partes, logros sobre una de sus cabezas disminuya la fuerza de la otra cabeza. Aun así, cada una requiere una labor del profesional diferente.

Las partes ponen tantas energías en vendernos una narrativa potente del conflicto. Se juegan mucho en ello. Es el “Juego de la Culpa”, un juego de ajedrez en el que las partes intentan hacer jaque mate al otro a base de acusaciones y reproches (movimientos de ataque) y de protegerse a través de autojustificaciones (movimientos de defensa). Y por ello, si queremos que puedan abandonar el conflicto, necesitamos que ese relato se abra a nuevas interpretaciones donde Victimista y Justiciero tengan menos poder.

Justiciero se alimenta de las peores emociones humanas que desata El Conflicto: se alimenta de odio, de orgullo, de deseo de venganza, de revanchismo. Su amigo y compañero, su otra mitad, Victimista le ha convencido de que se ha producido una injusticia. Y Justiciero cree que hace Justicia; que, de hecho, esa es su misión. ¡Con qué facilidad los actos más bárbaros son “limpiados” como actos de justicia! ¡Ay, pobre Justicia, cómo utilizan tu nombre en vano! Pero NO. Justiciero no hace justicia por mucho que así lo venda. Busca la revancha. Actúa desde el revanchismo.

Juntos, como un jinete con dos cuerpos y dos almas, Victimista y Justiciero, salen a la batalla cargados de balas del tipo: “porque tú…, porque tú…, porque tú…”, que disparan en ráfagas de ametralladora a una velocidad que todo profesional del conflicto tememos, porque casi no nos da tiempo a reaccionar y frenar el ataque.

¿Cómo abordarlo? Te animo a la lectura de «Intervención motivacional en conflictos», donde encontrarás muchas herramientas para desmontar a este doble jinete.


ATRINCHERAMIENTO

atrincheramiento

Una de las principales resistencias psicológicas, y no poco importante, tiene que ver con la autopreservación: frente a la amenaza, primero nos protegemos, nos ponemos a salvo, nos escondemos del peligro y, finalmente, acabamos parapetándonos en un fortín que nos devuelva la seguridad.

Es lo que llamamos Atrincheramiento en el Castillo.

Atrincheramiento es la coraza. Es el “no pasarán”. Eso le hace agotador, incansable, porque recurre al silencio y la retirada de la comunicación cuando se agota, y vuelve al contraataque cuando se anima.

Es protector. Es renuente a empatizar, no por incapacidad; sino porque entiende/teme que la empatía puede colocarle en posición de “debilidad”, y se siente más cómodo en terreno conocido, el de la confrontación.

En realidad, Atrincheramiento está controlado tanto por la Reina Desconfianza como por el Rey Orgullo, pero es a éste al que pretende defender, y por ello, con su robustez implacable, se coloca en la entrada al Castillo. “No, no y no; por aquí no pasas. Yo no me muevo del portón de entrada”. Es su hombre de confianza, su Jinete de cabecera. Es el caballero protector, el guardián, el escolta, su guardaespaldas personal.

El coste, lo que dicho Atrincheramiento se lleva por delante, es la relación y las posibilidades de resolver pacíficamente el conflicto, ya que corta las vías de comunicación que podrían ayudar a aclarar la situación, a buscar soluciones, a solicitar la reparación del daño o directamente a abordar el motivo de la vivencia de amenaza. Por ello, requiere un trabajo especial de los profesionales para este jinete ceda y se abra al otro.

Más información en: «Intervención motivacional en conflictos».


REY ORGULLO

El Rey Orgullo

En el corazón del conflicto, en el interior del Castillo que hemos construido, se encuentra nuestro Niño Vulnerable, pero éste, en su ansia de protección, se protege con una Máscara que le da una imagen aterradora. No parece un niño vulnerable porque se ha vestido del Rey Orgullo.

El Niño Vulnerable en el fondo piensa que no puede afrontar situaciones de conflicto sin vestirse de Rey Orgullo. Desconfía de sus propias capacidades porque la Reina Desconfianza, en su afán de protegerle, le ha transmitido mensajes que acaban debilitándole más que fortaleciéndole. Para empezar, Desconfianza le ha colocado en una posición de Víctima en el relato del conflicto. Pero este rol no es gratuito, pese a que pueda tener muchos beneficios. El rol de Víctima te deja en estado de pasividad, de indefensión y genera mucho malestar. Y a veces, impulsado por Orgullo, ha encubierto esa sensación de debilidad en otro rol, el de Justiciero.

La Máscara de fortaleza, falsa fortaleza, le hace no tener contacto con sus sentimientos de debilidad, pero la fiereza asumida genera rechazo con facilidad en los de fuera, incluido en los profesionales del conflicto que se dejen avasallar por esa imagen de falsa dureza.

¿Qué o quién es esta Máscara? Orgullo. Es Él el que, preocupado por mantener una imagen de robustez frente al exterior, coloca a las personas en la necesidad de una batalla a cuartel por quedar por encima.

Orgullo es orgulloso, soberbio, incendiario; provocador y provocado; se siente fácilmente herido y cree que eso legitima sus ataques. Azuza a los jinetes y les nubla la razón.

El auténtico ser que hay detrás de Orgullo es mucho mejor por norma. Tenemos que entender que las personas están secuestradas por el propio Conflicto, por Orgullo y los otros Jinetes, y por el relato que han construido. Destaparles sin desnudarles (porque les haría sentirse vulnerables), rescatarles, ayudarles a salir de ese encierro es parte de nuestra tarea; encierro del que muchas veces no son ni conscientes.

El cómo hacerlo está recogido en el manual «Intervención motivacional en conflictos».